Innovación, Cambio y TIC: En la educación
¿La incorporación educativa de las TIC, es por sí sola, innovación? Las tecnologías al servicio de la educación deben propiciar escenarios donde se traslade el foco, que tradicionalmente ha estado centrado en el proceso de la enseñanza, hacia el proceso de aprendizaje.
Al asociar la enseñanza únicamente con la transmisión de información, esta se convierte en una amenaza para el docente y él puede llegar a sentir que será desplazado por la máquina. Sin embargo, la tendencia actual, es dar paso al aprendizaje donde el estudiante es un agente activo que construye conocimiento en forma colectiva como parte de la interacción natural con otros, fortaleciendo el papel del profesor como actor clave en la mediación pedagógica. Aquí, la tecnología actúa como catalizador de nuevas experiencias.
Es por esto, que la innovación apoyada en el uso de las TIC solo es relevante si se logra cambiar la lógica de la educación tradicional. Las innovaciones apoyadas en el uso de las tecnologías que han logrado un mayor impacto son aquellas que han logrado hacer converger lo tecnológico con lo pedagógico.
Existen experiencias donde lo tecnológico se subordina a lo pedagógico, sin embargo, en muchas de ellas se transforma en una actividad paralela (Unesco, 2012). El reto está en lograr que las máquinas sean puestas al servicio de la educación.
La innovación con TIC ocurre sólo cuando los docentes se apropian de la tecnología y van más allá del uso instrumental de la misma. Es fundamental trascender. Las prácticas tradicionales requieren ser enriquecidas con nuevos procedimientos, nuevas dinámicas, donde el estudiante se sienta participe y actor fundamental de su proceso de formación.
Se debe pensar en hacer las cosas de una mejor manera, atreverse a explorar, a experimentar y a equivocarse. Martínez (2008) plantea seis características derivadas del concepto de innovación educativa. A continuación, se detalla brevemente cada una de ellas, por considerarlas de relevancia: La innovación educativa es un proceso, no una acción puntual ni un mandato político.
La anterior afirmación pone en evidencia que a pesar que las administraciones promuevan políticas orientadas a la innovación, esta no se logra sin el compromiso profesor y la iniciativa de los mismos.
La innovación muestra ritmos interacciones, implicaciones de diversa índole, por lo tanto, un profesor no es innovador por decreto, sino porque sus prácticas profesionales y su iniciativa personal se lo permiten. Barraza (2005) afirma que “la innovación está más vinculada a la práctica profesional de lo que lo está la reforma y, por lo tanto, la interpela con mayor fuerza” (p.22).
El mismo autor afirma que el concepto de innovación implica el cambio, pero mediado por tres condiciones: 1) el cambio debe de ser consciente y deseado, por lo que se constituye en el resultado de una voluntad decidida y deliberada, 2) el cambio es producto de un proceso, con fases establecidas y tiempos variables y 3) el cambio no modifica sustancialmente la práctica profesional, esto es, el cambio se da dentro de los límites admisibles por la legislación y el status quo establecido(Barraza, 2005, p. 22).
Al ser la innovación un proceso, impacta en un principio las instituciones educativas y sus aulas, mientras que al ser un mandato político lo que se busca es afectar la estructura del sistema educativo en su conjunto.
Sin embargo, si las innovaciones no consensuan con los profesores se puede obtener como resultado la oposición a su implementación. En segundo lugar, se ubica que la innovación educativa es un proceso problematizador, una praxis.
Cuando el profesor se ve enfrentado a la experiencia profesional, esa misma experiencia se encarga de ir desarrollando en él capacidades de innovación. Son esas situaciones problematizadoras las que desencadenan en él la necesidad de realizar cambios en sus prácticas y toma decisiones que nacen de ese juicio reflexivo.
Rosalinda Gómez
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